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martes, 4 de agosto de 2015

Liderazgo y sentido del humor

Desde una perspectiva neurofisiológica, la resonancia consiste en una sincronización de los centros emocionales de las personas implicadas, que se ve muy favorecida con la risa.
El momento crucial que tuvo lugar durante una reunión de la dirección de unos grandes almacenes ilustra perfectamente las implicaciones neuroanatómicas del liderazgo. Con las conclusiones de un análisis de mercado, todo indicaba que el jefe de marketing se había equivocado en una campaña publicitaria.
Después de un largo y tenso silencio, uno de los asistentes comentó irónicamente: “¡Tal vez ese día habías olvidado las gafas en casa!”, que desató una carcajada general.
Esa broma tuvo dos resultados diferentes: corroborar lo que todo el mundo pensaba y suavizar ese mensaje, eliminando así la necesidad de perder tiempo inútilmente discrepando o defendiéndose y poder pasar rápidamente al siguiente punto del día, que era resolver el problema.
La risa cumple, entre otras, la función de movilizar los centros emocionales de los integrantes de un equipo hacia un rango positivo, una estrategia que, muy posiblemente, evitó que el grupo del que he hablado se viera emocionalmente secuestrado por la fijación en el problema – el error del jefe de marketing – y les ayudó a concentrarse para encontrar la solución. Y todo ello ocurrió sin que nadie dijera nada al respecto.
Uno de los rasgos distintivos del liderazgo eficaz consiste en su adecuado uso del sentido del humor. Eso no quiere decir que el líder deba evitar los conflictos, sino solo que merece la pena saber cuándo airear las diferencias.
No es necesario tener un gran sentido de la oportunidad ni manejar un amplio repertorio de chistes para manejar eficazmente el sentido del humor. Las bromas más sencillas pueden ayudarnos a esbozar una sonrisa y convertirse en un acicate emocional. Existen multitud de datos que relacionan el liderazgo eficaz con el sentido del humor. Una investigación, por ejemplo, se centró en la frecuencia con la que una serie de ejecutivos provocaban la risa del entrevistador y luego llevó a cabo un seguimiento longitudinal de los distintos candidatos durante dos años para ver cuáles acababan convirtiéndose en ejecutivos “estrella”. Esa investigación mostró que los líderes más sobresalientes habían conseguido arrancar la risa del entrevistador con una frecuencia dos veces superior a la de los ejecutivos promedio. (El éxito del líder, en esta investigación, era valorado en función de dos variables diferentes: cobrar primas que se encontraran en el tercio superior de las pagas de beneficios realizadas por la empresa y haber sido estimados como “excelentes” por no menos del 90% de sus jefes y colegas.)
Otra faceta de la investigación puso de manifiesto que su tasa de comentarios jocosos era tres veces superior (uno cada cuatro minutos) a la de los líderes promedio.
Parece que los líderes más eficaces recurren con más frecuencia al sentido del humor, al tiempo que transmiten mensajes positivos que modulan el clima emocional. Por eso sus palabras siguen arrancando la sonrisa de los asistentes, aun cuando giren en torno a detalles tan áridos como las cláusulas de un contrato o la descripción de una determinada estrategia comercial.

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